Estoy maldito y tu lo sabes preciosa. Mi espíritu camina en sentido contrario a mis ideas, por eso me persigo, por eso te traiciono, y a donde vallamos nunca me encuentro, no me encuentras. Me volteo y lo veo lejos, siempre lejos. Y tú corazón inundado de su vientre escombra espacios persiguiéndome.
Comí tu corazón mamá, para hacerme Dios. Como los korowai, mi vida, mi energía, se sostiene en mis semejantes. Y soy un circulo o una fiera silvestre o un bello diamante, pero no volteas, no me escuchas, probablemente no me ames. Haces bien, el dolor configura en mí. Tengo una cruz de espinas a cuestas que hiere; sangran tanto, quienes me aman. Probablemente mis locuras, mis fugas, mis errores (tanto me he equivocado), mi infancia, mi padre me han apocado a tus ojos. Así te excuso y entiendo porqué cuando me ves, te sientes frente a un ser absurdo o una flama roja, que se apaga. Pero morena, pequeña y hermosa, a tus ojos enrojecidos -por mí puta culpa- dales este mensaje: tu hijo, este manojo de culpas, es el propietario de la luna. Si me lo permitieras, te bajaría no solo estrellas, también ídolos y dioses; pero soy tan torpe, y tus manos tan pequeñas.
Te recuerdo cantando esa canción de Jeanette... decías "que tenga el corazón de poeta" y yo entonces tan niño, tan inexperto y candoroso te creí. Ahora que te duelo, soy un maldito poeta. Le arranco estrellas a la noche. Las pongo en tu manos y no las ves, no las acaricias. Me dices, lo siento no tengo lentes.
A mi también me dueles, y mucho. Estamos a mano corazón.
amar duele...
No hay comentarios:
Publicar un comentario