lunes, 13 de junio de 2011

Un fragmento de una novela que comencé a escribir hace algún tiempo... disculpen las soesidades y el mal estilo

No morir, no enloquecer

1.

Los inviernos suelen gustarme mucho, y mantengo –entonces- el espíritu tranquilo y dispuesto al amor y la paz; a perdonar y a pedir disculpas; a apreciar la belleza de las hojas secas y los jardines desflorados; a procurarme todo el calor humano posible. En cambio, el verano me irrita, me encoleriza y me convierte en un hombre solitario, en un animal descorazonado. Son las mismas calles, las mismas voces, pero algo se siente distinto y es más que el clima, más que la necesidad de usar shorts y mangas cortas. Es un aliento que viaja en el aire. Es una especie de humor hediondo que emerge de nosotros, que cubre por doquier a toda la gente. Soy yo, odio el verano; me pone mal desde niño.

El aire caliente de la noche me mantiene lejos de las calles. Llegué a mi cuarto cansado y con sed. No  tenía con quien emborracharme. No era que estuviese falto de amigos, sino que simplemente no podía soportarme ni a mi mismo. Por estos días, a las ocho de la noche (más o menos) me atormento a mi mismo recapitulando el día. Las voces vienen atropelladas de nuevo, y no se si mi conciencia, algún dios olvidado y vengativo, o el mismo diablo se están ensañando odiosamente conmigo. Pero así sucede y no es cómodo.

No es como prender la grabadora y play. Por el contrario, yo puedo estar tranquilamente en el carro, en mi cuarto rascándome las pelotas, mirando la tele o leyendo un libro y comienza un murmullo, luego es una palabra, después una frase, una discusión. Como un globo o una vena obstruida, me voy hinchando y no hay como reventar.

Me senté sobre la cama y traté de apagar esa orquesta infernal con la televisión, un juego en computadora, lo que sea. Pero, ahí estaban todos. Estaba mi chica amenazándome, ‘si me eres infiel nuevamente, te arranco los huevos’; yo reclamándome mi flojera y falta de compromiso con mi proyecto de vida (porque tengo uno), o mi adicción al cigarro. Todo lo que no quería volver a escuchar, se me venia a la cabeza de golpe. Estoy acostumbrado a llevarme mal con mis propias ideas, pero estas temporadas me resultan insufribles. Me sucede que comienzo a odiarme, y con motivos.

Otro motivo para odiarme es que desde que tengo uso de razón quiero ser escritor (aunque mi primera opción fue la pintura), crear un gran libro y demostrarme a mi mismo la ‘maldita cosa para la que valgo’. Y no uno modesto y autoexploratorio, sino quiero criar una bestia con las glándulas suficientes como para acabar con la ciudad. Y, hasta el día de hoy siento que he desperdiciado mi talento en algunos poemas amanerados de los que me avergüenzo, en cartas de reconciliación, y una que otra pequeñez escrita sin interés ni corazón. Me encuentro contrariado; de un lado de la acera mi yo, que como un Godzilla, quiere echar abajo los edificios más grandes de la ciudad; en mi anverso, mirando el techo o buscando un lugar tranquilo para disfrutar un cigarro, huyo del gigante encabronado que pretende tumbarlo todo. Estoy contrariado porque soy naturalmente flojo y quiero que enturbiar el camino a las futuras generaciones. Me siento en edad de comenzar mi venganza contra el mundo y mi desidia. Me siento listo para iniciar mi primera gran historia. Me siento preparado para ser la otra piedra del alud. Porque, la vida es corta y crecí para la literatura; que amamanto el soñador, el iluso, el alucinado que por momento busca huir de mi cuerpo. Porque, Las Mil y una Noches, Miller, Charles, Baudelaire, Jara, Adan, Vallejo, Fante, Kennedy, y muchos otros dejaron un río de sangre para ver mi camino cuesta abajo… Necesito hacer algo grandioso, algo que me aleje de esta proterva costumbre de quedarme dormido siempre que empiezo algo.
Comencé así:

Vuelos y Caídas.

Hace algunos meses vi una chica tirarse de la ventana del bus. Para variar, ese día discutí con Ana.

Estaba en el asiento trasero para el lado de la ventana con mi reproductor de música encendido, tratando de olvidar el dolor causado. El aire delicioso de mayo se llevaba mi zafiedad, se proyectaba sobre mi rostro y desaparecía tras mis orejas, el pelo me revoloteaba y eso me hacia sentir bien nuevamente. Saqué el reproductor de mi bolsillo. El momento iba a ser perfecto. Hasta me parecía una probabilidad olvidar que me habían querido joder la noche. Pero, cuando lo prendí, el maldito auricular izquierdo no sonaba; traté de acomodar el cable. Luego de ajustar un buen rato, al fin salieron los tímidos gritos, trozos de batería y guitarras disparados por los pequeños agujeros negros que apuntaban mi tímpano; sonreí complacido.
Deje mi cabeza apoyada a la ventana todo el camino. Los baches me remecían los sesos y aunque por momentos me golpeaba el cráneo me parecía divertido y la estaba pasando bien.

Entonces subió, era bella: lacia, delgada, morena. Un bonito par de piernas sostenían un cuerpo curvilíneo y voluptuoso. Lamentablemente, su rostro tenía un ligero parecido al de mi ex. Eso me aterraba. La ventana que daba a su sitio estaba abierta de par en par, era invierno, y yo celaba que no la cierre. La dejo abierta. Parecía que el aire no le incomodaba.
La noche perfecta, pensé. Así que, me asegure de configurar el reproductor con un álbum de Dogs d’ Amour para disfrutar el viaje. Y de repente se aventó como una lanza hacia la pista. No me imagino en que habría estado pensado. Simplemente de un momento a otro la chica morena estaba con los pies y las manos sobre la ventana, y al instante proyectándose hacia el piso, como una bandada de palomas heridas. Cayó en seco, de pecho. Un fino hilo de sangre surcaba su mejilla, teñía sus labios dorados y le pintaba los cabellos de un color rojizo. El ambiente quedó regado con un aroma hemoptoico.

El mismo corazón del mundo parecía latir ahí -en ese punto rojo-  y después que caíste media parte de la ciudad me quedo oliendo a sangre. El alumbrado público iluminaba hermosamente tu silueta. Estabas boca abajo, mordiendo el suelo. Me quede con esa imagen tuya, el blue jean ajustando tu cuerpo torneado, tu espalda doblada como un maretazo, tus manos asidas a la ventana como prensas, y la mitad de tus pies al borde de la cuerda floja... me quede con este recuerdo; la tensión de tus músculos antes de la caída. Y luego volteaste, no entendí el mensaje, te lo juro. También, recuerdo tus ojos. Te habías inundado por dentro. Y yo no tengo instinto de bombero, ni salvavidas. Entonces te deje saltar, para verte caer.



2.

Me levante de la computadora, porque vi que me estaba poniendo triste y llame a Fernanda. Quiere ser secretaria ejecutiva y tiene los senos preciosos y la boca carnosa, pero el trasero reducido. Igual necesitaba alegrarme; y nunca me cuesta mucho llevármela a la cama. Además, por suerte, estudia unas cuadras de mi cuarto. Me trate de peinar y fui caminando.

La espere algo de diez minutos. Siempre salía a las diez, pero ese día demoro un poco más de lo normal. No me gusta esperar mucho, y di media vuelta haciéndome la idea que sería otra noche aburrida. Entonces, tapándome los ojos con sus manos, se colgó de mi espalda. Pedí un par de vinos, para tomarlos en mi cuarto. Comenzó a hablarme sobre su instituto, y no se que estupidez que decía o hacia su amiga, o que ella hacia frente a su amiga o que sus amigas estaban decididas en no contarle a ella… en fin, no le preste mucha atención.

La verdad es que se (al menos eso creo) que con ella no podría pasar nada interesante además de sexo. Entonces fui sincero, y le dije para qué la había buscado y porque me había dado el trabajo de comprar los vinos. Al parecer, Fernanda aprecia mucho la sinceridad. Ese día se desato, nunca volvimos a tirar así. Me mordía el labio superior cuando se la metía; y lamía mi mentón, mis mejillas, mis ojos. Sentí que abrió su corazón tanto como su culo. Lastima que yo estaba triste. Y la única manera como podía corresponderle el gesto era palmoteándole furioso las nalgas, me hacia sentir bien. Mi cuarto no tiene cortinas y alguien estuvo observándonos desde el condominio del frente. Le dije: alguien, además de mí, esta disfrutando tu trasero esta noche. Se excitó más y volteaba la cabeza para decir ‘rico’ y mostrarme como se mordía el labio. Se la metía iracundo mientras una de mis manos se enredaba en sus cabellos, la otra le enrojecía el dorado culo y ella se cogía de la cabecera. La sombra continuaba –seguramente- disfrutando más que yo ese polvo. Estuvimos así, hasta que, luego de un rato sus gemidos se aceleraron, le comenzaron a temblar las nalgas, los dedos de sus pies se ajustaron para atrás, su vagina, como un corazón herido, comenzó a palpitar, y me trató de apartar de su lado. Yo la tenía en cuatro, mía y vulnerable, y estaba caliente.

La  así con fuerza para que me dejara corrérmela dentro. Se le remeció el culo de nuevo y después de hacerla mojar la hice dormir a mi lado. No era que el polvo hubiese sido malo, Fernanda tiraba bastante bien para sus 21 años, pero aun así me sentía ausente. La hice despertar cambiamos la sabana y la embarque en el paradero. Volví con una cajetilla de Camel pensado escribir sobre eso. Pero no podía, porque hasta hace unos días, tenía una enamorada paranoica que revisaba mis cosas, buscando las pruebas a corazonadas y señales imaginarias, que pretendía hacerme ver –y que creía- le demostraría mi infidelidad. Sólo me senté en mi cama y trate de pensar en las bonitas tetas que había cogido. De repente, se me vino el discurso que  Ana me había dado un día antes y nuevamente mi cabeza era la concha acústica del infierno.

-Nunca vas a entenderme Luís. Tu preocupación solo eres tu, y tu y tu… y yo estoy harta de eso. Sabes, no solo eres un egoísta de mierda; sino también eres un imbecil. No vas a encontrar alguien que te quiera como yo. Cualquier mujer que te conozca te va a agarrar de idiota. Eres un falto de afecto,  ridículo, renegón. No se porque pierdo el tiempo contigo.
-Ya para la boca, cansas.
-Es verdad. ¿Acaso estoy mintiendo? Pero esta vez si te jodiste. Ni loca vuelvo contigo. Pobre tu madre, el hijo que le ha tocado.
-Córtala… ok.
-No Luís, te jodiste. Ahora, no voy a callarme. Vamos a conversar largo y tendido. Te jodiste... Tú me cagaste la noche, ahora yo te cago a ti. Te voy a joder hasta que me canse, lo siento. Numero uno, estoy harta que me hagas llorar. Solucióname eso: Desde que estamos juntos  la pasó mal. ¿Sabes que siento?
-No…
-Siento que ni siquiera quieres escucharme. Siento que no te importa lo mas mínimo esta conversación. Carajo di algo, deja de contestarme con palabras: Si, No, Córtala… Me tienes jodida huevón. Encima, estoy tratando de solucionar las cosas y como siempre. tu egoísmo puede más.
-Hey, acabas de decir “ni loca vuelvo contigo”. Decídete.
-De eso te hablo… no tienes corazón. ¿A ti te ha faltado cariño de niño? ¿Qué te falta? Cuando me pides algo, ¿acaso no estoy ahí? De cólera puedo decir cualquier tontería.
- …Es cierto.
- ¿Te da igual no? Eso es lo que me llega. Te da igual. No pongas esa cara de idiota. Me llega si te aburro.
-Ya mira mejor te vas a tu casa. Descansas y mañana hablamos. ¿Te parece?
-No mierda, no. No me muevo de acá si no solucionamos nuestros problemas. Ahora se me antoja arreglar las cosas. Claro, eso es lo que quieres. Que me largue. Quieres que me vaya para hacer tus perradas. Sabes que mejor me largo. Quédate solo, jódete. No me llames a mi casa… Nunca vas a cambiar. Tres años de mi vida, perdidos. Que otra te aguante.
-De donde sacas otra al tema. Dale cálmate.
-No. Me largo. Eres un inconciente. Vete a la mierda Luís.
-No te vas a ir así. Estas llorando. Abrázame, por favor.
-No. Déjame ir o grito. ¡Suéltame, suéltame!
-Ya. Vete mejor. Escandalosa del demonio.
-¿Te jodo? Ah, ahora me quedo. Te gusta hacerme llorar, eso es lo que pasa. Estas enfermo. Deberías ir a un sicólogo.
-Ana ¿Ya? No, no me gusta verte llorar. Somos distintos, eso pasa. Peleamos por cosas insignificantes. Por el demonio que me tienes harto de tu histeria. La mínima razón es suficiente para que te alteres y comiences a sacarme en cara, todo.
-No Luís, no es así; tú eres el que me busca. Me provocas, y yo cojuda piso el palito. Te gusta pelear, enfermo.
-No me digas así. Ya, tranquilízate.
-No no me voy a callar. Eres un enfermo…
-Maldita sea, cállate cojuda.
-Noooo. Encima que me haces llorar, me insultas. Soy mucha cosa para ti. Me largo y ahora si no me atajes.

Ana no es una chica mala. Podría decir que es la mejor mujer que he conocido. También, que es la persona que más me ha amado y ha quien más he amado; hasta el momento. Cuando estábamos bien, era cariñosa, me ordenaba el cuarto, me armaba una agenda, procuraba que mantuviera mis horarios de comida. Tirábamos bastante bien, además. Ella completaba esa parte mía que no puedo ser, realista, listo, decidido. Cuando estaba serena, me hacia bien. Pero tiene un problema: No sabe controlar su ira.
No recuerdo bien porque habíamos peleado, tampoco importaba. Solo volvió la peor parte de la discusión y como un rayo me aplasto la cabeza. Por lo general nuestras peleas comienzan como ligeras discrepancias y terminan como el Apocalipsis. Pero siempre son de las conversaciones que no quisiera volver a escuchar.
Si pudiese, hubiera sido el chico perfecto, que tanto me pedía que fuera, porque se lo merecía. Pero ella no deja de tener razón: solo soy un huevón que no deja de pensar en si mismo. Ahora que no esta conmigo la comienzo a extrañar.

Probablemente tenga razón, debo estar enfermo de la cabeza. Pero, con el tiempo me he acostumbrado a mi propio infierno. Pienso que es mejor estar así, que no estar. La vida ya es un logro… no es un cliché. Sobrevivir a la vorágine de los días, las personas, las conversaciones, los sueños no es cosa simple. Algunos ex amigos míos se han suicidados, y a algunos otros los mataría de buena gana. A eso me refiero, a la persistencia de la muerte, desde nuestra comida hasta nuestras habitaciones, casi todo nuestro alrededor esta muerto. Nosotros somos como flores de raíz púrpura, en el pantano.

3 comentarios:

abatido pero mirando las estrellas dijo...

Aclaro, la persona literaria es un ser ficticio que puede o no tener vínculos emocionales o psicológicos con el escritor. Sino preguntémosle a Anna Karenina.

Mixha Zizek dijo...

La historia es interesante pero siento que te explayas en dos planos: la historia de la chica que se suicidia en el micro y tu relación de infidelidad con Ana (paralelo a tus amoríos de Fernanda). En cuanto a tu personaje ficticio Ana, le doy toda la razón, no creo que sea ira sino indignación porque el personaje Luis es infiel, voluble y parece ser algo descentrado.

La primera historia es la más interesante porque hablas de un hecho que motiva una intriga que podrías desarrollar en una buena trama, el otro es un lugar común donde hablas de un joven rebelde sin motivo aparente que está con dos mujeres. Tendrías que hacer un trabajo intertextual y fusionarlos.

Pero la primera es una excelente propuesta, al iniciar tu texto, yo me quedé intrigada por la chica morena que se tira del micro y por qué, cuándo, cómo. Ella es tu personaje estrella y me alicina pensar que habrá detrás de ese persoanje que acaba de matarse.

Esa primera parte me parece muy muy buena , excelente. un abrazo


te sigo leyendo :)

abatido pero mirando las estrellas dijo...

gracias mixha... sí, el personaje tiene que ir creciendo y -justamente- la suicida luego cobra importancia. Según avance voy colgando más partes.
Saludos :)

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